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lunes, 5 de noviembre de 2007

Datos

Los motivos esgrimidos por éste y por sus seguidores para justificar el derrocamiento a los nacionalistas eran que si el objetivo de la Revolución Libertadora había sido democratizar a la sociedad (desperonizar a las masas) y reeducarla para insertarla en un modelo republicano, desvirtuado por la "tiranía" de Perón, ilógico era seguir con las prácticas peronistas (por más de que el líder estuviese desterrado), tal como lo estaban haciendo los nacionalistas. Más allá de esta explicación, había otros impulsos: reordenar la sociedad y la economía en favor de una democracia liberal. Ciertamente, las prácticas del estado intervencionista y benefactor estaban caducando mundialmente y las economías que se habían cerrado durante la guerra y la posguerra, se reabrían. Localmente, había una conciencia generalizada en los sectores dirigentes de la necesidad de la apertura y la modernización (ya en los últimos años de Perón). El problema era cómo. Para el empresariado –local y extranjero– esto debía realizarse reduciendo la participación de los trabajadores en la renta nacional y en la política, minimizando el poder de los sindicatos y el poder que los trabajadores habían alcanzado en la década anterior.

De este modo, Aramburu asumió como presidente provisional (ya que luego reabriría el juego democrático, una vez saneada la democracia y la ciudadanía). Decididamente antiperonista, el nuevo gobierno intervino la CGT –que quedó controlada por interventores militares antiperonistas– y los sindicatos; disolvió el partido peronista e inhabilitó a sus integrantes a obtener cargos en la administración pública; proscribió a toda una generación de dirigentes gremiales peronistas –quienes habían ocupado cargos representativos entre 1952 y 1955–. También se disolvieron todas las comisiones internas de delegados en las fábricas. El proyecto de las autoridades era "limpiar" los sindicatos para más tarde llamar a elecciones gremiales y que subieran figuras "democráticas". Quisieron imponer un sistema de afiliación y representación sindical múltiple, a diferencia del sistema de representación única y centralizada dentro de los sindicatos que favorecía la mayoría peronista.

Patrones y gerentes comenzaron a recuperar la autoridad perdida en las plantas; las convenciones colectivas fueron suspendidas.

El gobierno provisional en su objetivo de erradicar el peronismo de la vida obrera y sindical, utilizó métodos de lo más violentos, también dentro del ejército mismo. Un claro ejemplo de esto fue el fusilamiento en un basurero de José León Suárez de seis militares peronistas sublevados contra el régimen, situación conocida como Operación Masacre.

En 1957 llamó a elecciones constituyentes, con el fin de redactar un texto constitucional que reemplazara la constitución peronista. El sistema de voto utilizado fue estratégico: para minimizar la fuerza de partidos neoperonistas y potenciar la influencia de las minorías. Luego de la frustrada Convención Constituyente quedó demostrada la incapacidad de los partidos políticos para ponerse de acuerdo y para competir con el peronismo que, si bien proscrito legalmente, demostró su poder en el alto porcentaje de votos en blanco (24%). También quedó signado el fracaso de la Revolución Libertadora en el intento de lograr un régimen político basado en los partidos y en el fortalecimiento de los mecanismos parlamentarios.

La industria argentina forjada a partir de la década del ’30 –y sobre todo a partir del ’43– estaba caracterizada por fábricas con comisiones internas con un gran poder sobre el proceso productivo. Éste era considerado como un obstáculo para la racionalización y el incremento de la productividad imperantes en la época pos-peronista. De ahí muchas de las medidas tomadas por la Revolución Libertadora, para intentar limitar esta participación. Pero este intento no le fue fácil.

Como ya señalamos anteriormente, el gobierno de Lonardi tuvo intenciones de pactar con el sindicalismo peronista. Esto queda demostrado, por ejemplo, en la licencia del gobierno de dejar a dirigentes peronistas (Natalini, Framini) permanecer en la cabeza de la CGT. La CGT, por su parte, no adoptó una postura agresiva contra el jefe no peronista, más bien, intentó adaptarse a la nueva situación. A pesar de esta actitud dispuesta a "transar", las bases peronistas, los militantes, ofrecieron una dura resistencia espontánea instintiva y, en palabras de James, "acéfala", ante una dirigencia que no se mostraba fiel a Perón. Una situación muy ilustrativa fue la fecha simbólica del 17 de octubre, cuando contrariamente a la orden dada por la cúpula de la CGT de que éste debía ser un día laboral más, numerosos trabajadores peronistas se ausentaron a sus puestos de trabajo. El control que los sindicatos ejercieron durante éste período sobre sus afiliados fue muy limitado; constantemente iban perdiendo autoridad, mientras las bases veían cómo los líderes no podían poner fin a los ataques contra los sindicatos.

Una vez depuesto Lonardi, la ofensiva antiperonista aumentó, llegando al nivel del trabajo mismo, en las plantas. Ya mencionamos las medidas que se tomaron en la administración Aramburu en relación al sindicalismo y al movimiento obrero para concluir con la influencia peronista y para cumplir con los proyectos empresariales sobre productividad y racionalización. Es sabido que su objetivo de celebrar elecciones "democráticas" en los sindicatos (luego del periodo de "purga") fracasó.

La cultura fabril cimentada y cultivada durante el período pre ’55 ofreció una fuerte resistencia frente a los ataques de sindicatos y las condiciones fabriles. Fue el fenómeno denominado como La Resistencia. Se desarrolló en comités de base extraoficiales, agrupaciones semiclandestinas y consistió en formas de accionar que comprendían sabotajes, huelgas, negativa a cooperar, trabajo a desgano (en concordancia con las directivas enviadas por Perón a través de su delegado personal, Cooke). La resistencia confirmó la preeminencia peronista en la clase obrera. Es que con los ataques a las comisiones internas, sólo se reforzaba su identificación peronista y la añoranza de un pasado mejor. Pero la resistencia no se llevó a cabo solamente en las bases, sino también en vastos sectores politizados –y algunos de ellos, además, radicalizados– de la sociedad. Finalmente las autoridades militares terminaron por reconocer los comités no oficiales. En 1956 el gobierno convocó a elecciones para reconstruir las comisiones internas. Contrariamente a las expectativas de los interventores militares, en la mayor parte de los sindicatos fueron elegidos representantes peronistas; ni comunistas ni socialistas obtuvieron considerables sufragios. En sindicatos donde los interventores imposibilitaron la realización de comicios libres, los comités no oficiales, y de acuerdo con las órdenes que desde el exilio proclamaba Perón, organizaron campañas de "voto en blanco".

A raíz de las vacantes que habían dejado los dirigentes sindicales proscriptos por la Revolución Libertadora, surgió una generación de nuevos líderes, nacidos de la lucha democrática espontánea en las plantas, de la resistencia, por lo tanto hubo una estrecha identificación entre los militantes de base y los nuevos líderes, que se reflejó en una mayor democratización de la práctica sindical, con muy poca estructura burocrática formal. En 1957 los gremios normalizados crearon una Comisión Intersindical, cuyo fin era reestablecer todos los sindicatos, la CGT, elecciones libres; gracias a ella se alcanzó cierta coherencia en la organización del peronismo en el ámbito sindical, confirmado en el congreso normalizador de la CGT, ese mismo año, luego del cual los socialistas y demás fuerzas antiperonistas se nuclearon en la rama de sindicatos conocida como los 32 Gremios Democráticos. Los sindicatos que se quedaron en el congreso formaron las 62 Organizaciones (principalmente peronistas ya que el comunismo se apartó pronto). Las 62 organizaciones fueron la primera expresión institucional y legal del peronismo después de 1955; también fueron el símbolo institucional de la división peronismo-antiperonismo. Las 62 organizaciones fueron un instrumento del peronismo para presionar al gobierno tanto desde el propio ámbito sindical como desde la esfera política más general, ya que el sindicalismo fue la representación del proscrito peronismo, también en la política. De esta manera podemos afirmar el fracaso de la Revolución Libertadora en su intención de erradicar al peronismo de las bases y de la conducción sindical. El peronismo no fue borrado por la simple proscripción del líder, quien seguirá influyendo –desde el exterior– en el escenario político también durante los años siguientes a esta "semidemocracia" (que seguirá siendo "semi" porque pese a las elecciones por medio del sufragio universal que se celebrarán en 1958, el peronismo continuará siendo ilegal, dejando sin representación política a la mayoría de clase popular).

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