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lunes, 5 de noviembre de 2007

Desarrollo

Desarrollo

Hacia 1955 el régimen peronista ya sumaba varios enemigos políticos: partidos de la más variada procedencia ideológica y por diversos motivos, pero el principal era su molestia por el creciente autoritarismo, totalitarismo y avance del peronismo sobre los espacios democráticos; la Iglesia, porque el peronismo cada vez avasallaba más las áreas de beneficencia y educación –tradicionalmente responsabilidad de ella–; la Marina y sectores del Ejército, cada vez más disconformes con la política totalitaria peronista; además de representantes corporativos e ideológicos de las clases medias y las burguesías urbana y rural. Así, en septiembre de 1955, tras un levantamiento de la Marina, con apoyo de algunos sectores del Ejército y con el aval de la Aeronáutica, Perón debió renunciar y fue proscrito. Ésta fue la Revolución Libertadora.

A diferencia de los golpes que se sucedieron en 1930 y 1943, la Revolución Libertadora estuvo apoyada por todos los partidos políticos (no peronistas), y tuvo como objetivo reestablecer el régimen parlamentario y el sistema de partidos. Los militares, a diferencia de lo que ocurriría en futuros golpes, no se propusieron reemplazar la democracia parlamentaria, más bien, su objetivo era normalizar la situación ("democratizar" la tiranía que Perón había legado) para llamar en el corto o mediano plazo a elecciones. De este modo el nuevo gobierno se asumía como provisional.

Quien ocupó la presidencia fue el general Lonardi, representante de la facción nacionalista y católica del ejército. Su lema era "ni vencedores ni vencidos".

Esto hacía referencia a su voluntad conciliadora con la clase obrera y los sindicatos. Es que su proyecto no difería verdaderamente del peronista, en el que las conquistas sociales de los trabajadores serían todavía garantizadas y las organizaciones sindicales seguirían siendo peronistas. Simplemente se quería seguir con el modelo nacionalista y popular de alianza de clases, pero sin los vicios demagógicos y de corrupción que le atribuían a Perón, el "tirano prófugo". Este modelo, al igual que el peronista, sería una garantía contra toda injerencia comunista o de izquierda en el sistema. Sería una suerte de "peronismo sin Perón".

Pero la otra ala que había participado de la Revolución Libertadora, de tendencia más liberal, había concebido otros objetivos en el derrocamiento a Perón, que no se estaban cumpliendo con los nacionalistas en el poder. Mientras el ala conciliadora del gobierno intentaba concertar con el movimiento sindical peronista, grupos armados de antiperonistas (los comandos civiles –compuestos principalmente por activistas socialistas y radicales que, preocupados por su decreciente influencia en la conducción gremial durante la época peronista, ahora reclamaban el fin de la política conciliadora del gobierno con la dirigencia sindical peronista–) apoyados por fuerzas militares, atacaban locales sindicales. De este modo la conducción peronista se vio desconcertada y descreyó cada vez más de la capacidad y autoridad de Lonardi para cumplir con sus acuerdos –el gobierno y la CGT habían acordado celebrar elecciones en la proximidad y también la vuelta de centrales sindicales a manos peronistas–. Como los lonardistas eran una posición minoritaria en las fuerzas armadas, a los dos meses de su asunción y presionado por un grupo de oficiales del Ejército y por la Marina –fuertemente antiperonista–, Lonardi debió renunciar. Asumió como presidente provisional el general Aramburu.

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